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Estás en... hoy es el día de... |
domingo, 17 de enero de 2021 |
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Hoy es el día de... |
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San Antonio Abad |
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Nació alrededor del año 250 en Kome, a orillas del río Nilo. Desde niño recibió una óptima formación cristiana. A los 20 años quedó huérfano de los dos padres.
Sin protección, buscó realizarse solo en este mundo. Un texto del Evangelio de San Mateo le dio la pauta: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres” (Mt 19, 21). Repartió sus bienes a los pobres y se fue al desierto, lejos de las distracciones de este mundo, para vivir en pos de Cristo, mediante la oración y la penitencia. Su primer refugio fue una pequeña celda, luego una antigua tumba abandonada, y por último se retiró a las orillas del Mar Rojo, en pleno y solitario desierto. Allí trabajaba de día el campo y de noche oraba.
Durante los primeros 20 años, fue atormentado por el Demonio; pero siempre salió victorioso. Al terminar una de esas terribles batallas, se quejó con Jesús: “Señor, ¿dónde estabas cuando me asaltó la furia del Demonio? ‹Yo, respondió el Señor, estaba cerca de tí, dándote valor para resistir, aunque no me vieras. Porque has perseverado, te haré famoso en todo el mundo”. Después de ese período difícil, Antonio encontró fuerzas para ayudar a cientos, o quizás, miles de ermitaños, que habían seguido su ejemplo y que habían poblado el desierto. Lo llamarían “Abad”, que quiere decir “Padre”. Fue el padre del monacato oriental. Recorrió muchas veces el desierto enseñando a los ermitaños el camino de la santidad. Murió en el 356 en el Monte Kolzim.
Su fama se divulgó en todo el mundo. En los campos se encomendaban a su intercesión para proteger la salud de los animales. Por eso se le representó entre animales domésticos. En este día se acostumbra también bendecir a los animales.
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2 Tiempo ordinario – B (Juan 1,35-42) |
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HACERNOS MÁS CRISTIANOS
¿Esto que vivo yo es fe?, ¿cómo se hace uno más creyente?, ¿qué pasos hay que dar? Son preguntas que escucho con frecuencia a personas que desean hacer un recorrido interior hacia Jesucristo, pero no saben qué camino seguir. Cada uno ha de escuchar su propia llamada, pero a todos nos puede hacer bien recordar cosas esenciales.
Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han hablado muchas veces de él; tal vez he leído algo sobre su vida; me atrae su personalidad; tengo una idea de su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia de lo que es creer en Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior.
Es muy importante no pensar en Cristo como alguien ausente y lejano. No quedarnos en el «Niño de Belén», el «Maestro de Galilea» o el «Crucificado del Calvario». No reducirlo tampoco a una idea o un concepto. Cristo es una «presencia viva», alguien que está en nuestra vida y con quien podemos comunicarnos en la aventura de cada día.
No pretendas imitarle rápidamente. Antes es mejor penetrar en una comprensión más íntima de su persona. Dejarnos seducir por su misterio. Captar el Espíritu que le hace vivir de una manera tan humana. Intuir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión por la vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en la salvación de Dios.
Un paso decisivo puede ser leer los evangelios para buscar personalmente la verdad de Jesús. No hace falta saber mucho para entender su mensaje. No es necesario dominar las técnicas más modernas de interpretación. Lo decisivo es ir al fondo de esa vida desde mi propia experiencia. Guardar sus palabras dentro del corazón. Alimentar el gusto de la vida con su fuego.
Leer el evangelio no es exactamente encontrar «recetas» para vivir. Es otra cosa. Es experimentar que, viviendo como él, se puede vivir de manera diferente, con libertad y alegría interiores. Los primeros cristianos vivían con esta idea: ser cristiano es «revestirse de Cristo», reproducir en nosotros su vida. Esto es lo esencial. Por eso, cuando dos discípulos preguntan a Jesús: «Maestro, ¿dónde vives?», ¿qué es para ti vivir? Él les responde: «Venid y lo veréis».
José Antonio Pagola |
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